sábado, 1 de febrero de 2014

Historia del arte a través de la astrología. Joan Marimon

Historia del arte a través de la astrología (título de la obra
impresa) [tesis de licenciatura calificada con sobresaliente]
La astrología precesional como método de historiación del
arte (subtítulo de la obra impresa) [Marimón Padrosa, Joan ]

“El caballo de batalla de los estudiosos del pasado es el orden,
probable, que rige los acontecimientos de la Historia. ¿Existe
realmente este orden? ¿Es lícita la actitud del historiador
empeñado en definir la manera de pensar y hacer de una época y
su evolución hacia otra manera distinta? Este ejercicio trata de
probar dos cosas, relacionadas íntimamente con las cuestiones
anteriores. En primer lugar, que es factible definir un momento
histórico a través de los 12 arquetipos zodiacales. Y en segundo
lugar, que la cadencia de un proceso histórico se ajusta
perfectamente al orden que siguen estos 12 signos. De ahí que la
ambición por encontrar el aludido orden de la Historia no aparezca
como algo utópico.
El punto de partida es el movimiento más largo del globo terrestre,
la precesión de los equinoccios, que describe un proceso cíclico de
25.200 años, a partir del cual se ha construido un armazón teórico
que es necesario probar. Así, demostrando la validez de este
armazón, queda demostrado el orden histórico propuesto. El autor
ha seguido para ello las tesis del astrólogo Boris Cristoff,
aplicándolas a la historia del arte. El ejercicio se centra, en el
tiempo, en la llamada Era de Piscis, que se extiende desde la
irrupción del cristianismo hasta el final del siglo XXI, y, en el espacio,
en el arte occidental. Se trata de definir, pues, la naturaleza del
hombre de Piscis a través de su actividad artística. Con ello se
consigue la información necesaria para establecer las constantes
del hombre actual y las de su posible evolución.” (presentación).
“Joan Marimón Padrosa” (autor de la obra impresa) “nació el 12 de
agosto de 1960 en El Prat de Llobregat (Barcelona). Es graduado”
(licenciado) “en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona.”
[Bibliografía consultada sobre astrología: 16 libros]. [371 páginas].
Colección “palabra plástica” dirigida por José Fernández Arenas,
libro núm. 6 de la colección. [texto entrecomillado, contraportada].
Anthropos – Editorial del Hombre –, Barcelona, diciembre 1985
Enric Granados, 114, 08008-Barcelona. Teléfono: 932-172-545.
Copyright / Propiedad literaria 1985 del Grupo A y del autor.
Colección de libros impresos “palabra plástica” dirigida por José
Fernández Arenas:
“El individuo, como productor de la comunidad, es agente activo
de las manifestaciones técnicas y lingüísticas con las que se
expresa. Entre estas manifestaciones destaca la producción
artística, entendida como el resultado de una actividad laboral
aplicada sobre las materias, con la utilización de unas técnicas
que configuran formas y figuras.
El arte es simplemente eso, sin necesidad de acudir a
explicaciones abstractas como belleza o genio creador.
Las obras de arte producidas se aceptan, se conservan (o se
destruyen), se transmiten y se musean. El hombre debe también
saber dar una explicación de ese patrimonio cultural aceptado y
conservado.
La Historia del Arte es la ciencia que intenta explicar, ordenar y
valorar la producción artística de cada comunidad cronológica y
geográfica.
La colección PALABRA PLÁSTICA está dedicada a la explicación
del hecho artístico en su más amplio sentido estético:
Explicación de las obras de arte como objetos de comunicación
sensual (no sólo visual o auditiva). Comprenderá tres líneas de
actuación:
 El estudio y conocimiento de las materias y técnicas
aplicadas en la producción artística.
 La historiación de los objetos producidos en el tiempo y en el
espacio, con la reflexión sobre sus métodos científicos.
 La interpretación y la valoración de las ideas y contenidos
que estos objetos nos transmiten como síntomas, documentos
y señales históricas y estéticas de la comunidad que las
realizó.”
[I.S.B.N. 84-85887-94-8] [Depósito legal B. 30.463-1985] [Impreso en Cataluña]
(texto situado en la solapa de la portada del libro impreso)
“Introducción
Habida cuenta de que el determinismo va a ser el tema de fondo
de todos y cada uno de los apartados de este ejercicio, hemos
pensado que lo más conveniente es empezar entrando de pleno en
la cuestión y dejar bien sentada nuestra actitud sobre el tema.
Según Schrödinger, Premio Nobel de la Física en 1933, la
mentalidad occidental descansa en la creencia de que el mundo es
comprensible por la inteligencia. Nosotros hacemos nuestra esta
idea, pero consideramos que es preciso ampliarla con algunos
razonamientos: si el mundo puede entenderse por el intelecto,
debe pensarse que los acontecimientos que se suceden no son
obra del azar, puesto que, si así fuera, el mundo no sería inteligible,
nadie podría establecer teorías ni sistematizar nada. Los designios
de lo aleatorio, de lo imprevisible, anularían cualquier intento de
observar el orden de un proceso. La mentalidad occidental, pues,
resistiéndose a aceptar la aleatoriedad, ha creado un sistema de
cosas basado en lo opuesto al azar, es decir, en el determinismo.
Como dice Jorge Wagensberg (1), el determinismo está en el
fondo de toda doctrina filosófica o científica. Cierto. ¿Acaso puede
ser de otra manera? Es posible que sí, desde luego, pero
extremadamente improbable desde nuestro punto de vista. La
mentalidad racional y determinista del hombre de Occidente –
atribuible, como se verá, al signo de Capricornio – se demuestra en
el hecho límite de haber averiguado las leyes que rigen el azar.
Lo que afirmamos, aun a riesgo de que resulte escandaloso, es
que no hay doctrina que no sea determinista, que la vocación de
determinismo se expresa consciente o inconscientemente en todos
y cada uno de los sistemas filosóficos, científicos, religiosos e histó-
(1) Wagensberg, Jorge, “El azar de la ignorancia y el azar absoluto”, La
Vanguardia, 4 de diciembre de 1983. El mismo J. Wagensberg, autor
de Ideas sobre la complejidad del mundo (que ha publicado la
editorial Tusquets en 1985) postula la existencia de la relación entre
las leyes físicas y la vida cotidiana de las colectividades humanas. Es
este un método extraordinariamente cercano a la astrología, que
también se basa en la relación existente entre las leyes físicas de un
macrocosmos (estrellas, planetas, etc.) y las biológicas de un
microcosmos (ser humano o bien colectividad de seres humanos).
ricos que el hombre ha enunciado, incluso en aquellos que
pretenden negar o reducir el determinismo al absurdo. Lo que
ocurre, y aquí empiezan a desfilar las paradojas, es que hay
bastantes maneras de ser determinista, y muchos lo son sin
saberlo.
Aclaremos estos puntos. Ante todo, ¿qué significa ser
determinista? Significa creer que es posible que, cuando se cuenta
con la información necesaria, se pueden hacer predicciones con la
precisión que se desee. Así pues, el determinista cree en la
existencia de un destino individual y colectivo que puede deducirse
mediante el análisis científico. Cree, en consecuencia, que todo lo
que ocurre – efectos – es producto de unas leyes – causas –, y que
no puede ocurrir nada que escape a estas leyes (no tiene cabida,
pues, hablar de lo que se entiende por imprevisto, suerte o azar).
A la misma causa corresponde siempre el mismo efecto y no
otro. Si a esa causa correspondiera un efecto imprevisible se
probaría la no existencia del determinismo en beneficio de la del
azar. La mentalidad occidental-científica se negaría, no obstante, a
aceptar tal estado de cosas (efectos imprevisibles) porque ha
montado toda su estructura en la convicción de la realidad de unas
leyes inmutables que rigen la Naturaleza. Conceder crédito a la
existencia de unas leyes inmutables – que por ende anulan la
posibilidad de azar – es una de las formas más elevadas de
determinismo. De ahí que se diga que la mentalidad occidental está
teñida de él.
La cuestión es más profunda de lo que parece a primera vista.
Vivimos en un mundo que no acabamos de entender. Por ello, hay
una serie de personas (filósofos, científicos, etc.) que se dedican a
explicarnos lo que pasa. La única manera posible de desempeñar
esta delicada misión es hacer referencia a leyes generales, al
orden que sigue cualquier proceso. No habría forma de explicar
nada si fuera la suerte la que guiara el devenir de las cosas, si todo
fuera posible en cualquier instante. El individuo que cree que todo
lo que ocurre es por algo, o el jugador profesional que llega a la
conclusión de que la suerte no existe, es en realidad tan determinista
como Spinoza o Spengler, que se limitaron a cargar las tintas
de lo que está en el pensamiento de todos. Lo verdaderamente
curioso, y en ello incidiremos más adelante, es que cuando alguien
ha proclamado alguna teoría abierta y conscientemente determinista
el rechazo ha sido espectacular. Por lo general, aun hoy día,
época en teoría de desprejuicios, uno corre el riesgo de ser incluido
en la lista negra de los intelectuales sólo por insinuar una hipotética
defensa del determinismo.
Ya que el ejercicio tratará de la historia del arte, restringiremos
el enfoque a esta disciplina. Las próximas líneas estarán dedicadas
a probar que ni un solo autor ha escapado a las tendencias
deterministas mencionadas. Hay casos verdaderamente flagrantes,
como el de Heinrich Wölfflin, que, oponiéndose al confesado determinismo
de Taine, cae en uno todavía mayor, detalle en el que no
parecen haber reparado los estudiosos del tema.
Winckelmann (1717-1768) es el inspirador del determinismo en
el que se moverán los idealistas alemanes. Observa unas
diferencias en el arte de los distintos pueblos que atribuye a la
situación geográfica – generadora de un clima concreto – y al
ambiente. Es decir, el arte de un grupo social está determinado por
el lugar donde se localiza dicho grupo y, en términos psicológicos,
por su caracterología. La filosofía idealista alemana, deudora de
Winckelmann, intenta explicar la causalidad de un orden universal;
es decir, se basa en la suposición de que, como dice Fontana,
existen unas causas generales que explican la evolución de las
sociedades humanas, o lo que es lo mismo, que el azar no
interviene en el devenir histórico. Así pues, aparecen los conceptos
de “espíritu de las naciones” (o caracterología de los grupos sociales)
y “espíritu del tiempo”. En estos mismos conceptos se basan
las teorías que enunciaremos en el capítulo siguiente, puesto que,
como se verá, se asignan unas variables concretas para definir el
espíritu de cada nación y otra serie de variables para definir el
espíritu de cada período temporal. La búsqueda de este “espíritu
de la época” es el objetivo principal de los historiadores de la
escuela de Viena (Riegl, Dvorak, Schlosser, Hauser, Gombrich,
etc.). La obra de arte es, según estos parámetros, consecuencia de
dicho espíritu, entendido como la síntesis del “espíritu de las naciones”
y el “espíritu del tiempo”, es decir, consecuencia del alma colectiva
de la época.
Hippolyte Taine (1828-1893) es, como se ha dicho,
abiertamente determinista. Afirma que hay unas leyes, en cuya
búsqueda se basa su metodología, que determinan la creación artística.
Estas leyes regidoras de la naturaleza son físicas (ya sean
geográficas o climatológicas) y de ellas derivan las leyes ambientales.
En este sentido, Taine es un precursor de las últimas tendencias
científico-sociológicas, no menos deterministas: A. Carpena,
por ejemplo, en su “Desde 1 hasta N”, intenta probar la interacción
del Universo deduciendo leyes generales biológicas y de comportamiento
a partir de fenómenos físicos, y no son pocos los autores
que parten de la biología o la psicología para propósitos similares.
Muchos tratadistas románticos (Viollet-le-Duc, Ruskin, Puig i
Cadafalch, etc.) insisten en lo que Fernández Arenas ha llamado
“teoría del medio y de las nacionalidades”, es decir, en unas causas
sociales que originan el arte de cada época y en la diferenciación
de carácter de cada sociedad según la localización geográfica.
Para Puig i Cadafalch, por ejemplo, la formación de la nacionalidad
catalana está en la etapa del románico.
Con el formalismo empiezan los casos verdaderamente flagrantes.
Por un lado tenemos a Semper (1803-1879), determinista, el
cual apunta tres principios que condicionan a ultranza las formas
artísticas y su evolución (materiales, técnica y finalidad). Y, por otro,
a Riegl (1858-1905), que reacciona contra el determinismo de
Semper oponiendo un punto de vista de interés evidente, pero mucho
más determinista que el que quiso combatir: el principio de “voluntad
artística” (Kunstwollen), al cual se debe la afinidad de todas
las formas artísticas y culturales de una época. La voluntad artística
es colectiva y el artista es simple ejecutor de este espíritu de los
tiempos. Insiste en el determinismo geográfico al afirmar que cada
colectividad puede identificarse con un grupo étnico. El esquema
de Riegl es el prototipo de lo antialeatorio. Nada queda al amparo
del azar. Una voluntad artística colectiva significa un grupo de hombres
que tienen afinidad de pensamiento y acción, una comunidad
que, como un solo hombre, se mueve en una dirección concreta. El
determinismo no pretende otra cosa.
Wölfflin (1864-1945), uno de los historiadores más influyentes
en el estudio moderno del arte, cae en contradicciones similares.
Se opone radicalmente al determinismo del medio de Taine y al de
la técnica de Semper, proponiendo lo que podríamos llamar el determinismo
espiritual de carácter cíclico. Su preocupación fundamental
consistía en explicarse las causas de la transformación de
un estilo en otro. Para ello, buscó unas leyes que explicaran estos
cambios y acabó refiriéndose a unas fuerzas espirituales causantes
del cambio de estilos. Tales leyes generales, los “conceptos fundamentales”,
actúan como causas inmutables a lo largo de la historia
del arte, provocando la repetición de momentos clásicos y barrocos
(de ahí el mencionado carácter cíclico).
De hecho, la intuición del carácter cíclico de la historia es común
a la inmensa mayoría de historiadores. Winckelmann dijo ya que
las cuatro etapas del arte griego (ideal, sublime, bello, imitación) se
repetían durante el Renacimiento. Schlosser, por citar otro ejemplo,
establece en El arte de la Edad Media una relación entre el gótico y
el clásico griego, entre el Renacimiento y el realismo romano, y entre
los dos impresionismos, el del siglo XIX y el de los primeros años
de la era cristiana. Para nosotros lo cíclico es evidente, desde
los niveles más íntimos a los más generales: un día sucede a otro;
el padre engendra al hijo, que acaba convirtiéndose en padre; el
hombre prehistórico tiene tanta necesidad de guarida como el del
siglo XX.
Pero volvamos a los historiadores del arte. Worringer parte del
determinismo geográfico al afirmar que la actitud de las civilizaciones
nórdicas primitivas ante la naturaleza hostil es de segregación
y defensa, y que la abstracción es propia de estos grupos, mientras
que la “identificación” con la naturaleza se reserva a las culturas
mediterráneas, cuya relación con la naturaleza no observa una actitud
de rechazo. Burckhardt intentaba encontrar las actitudes generales
(o leyes, ya sean culturales o espirituales) que determinan las
formas plásticas. Dvorak pretendía hallar las causas de la evolución
de las formas en la historia general del espíritu. Huelga decir
que la consideración de la existencia de un “espíritu general” significa
de nuevo que la sociedad se mueve como un solo hombre, lo
cual nos sitúa una vez más ante el mismo tipo de determinismo de
Riegl y Wölfflin. Plejanov, de orientación marxista, practicó también
un determinismo sin disimulos, tratando de discernir cuáles son las
leyes inmutables que rigen la sociedad y el arte.
Los generacionistas (Comte, Pinder, Lafuente Ferrari) se dedican
únicamente a reducir la unidad temporal de los historiadores
anteriores. Tomando módulos generacionales concretos (15 años
en el caso de Dromel y Lafuente Ferrari) llegan a las mismas conclusiones
que los autores que hablan del espíritu de la época. Basta
cambiar “época” por “generación”. Al ser la duración de una generación
más breve que la de una época, las tendencias espirituales
se consideran menos generales. Sin embargo, el determinismo
opera igualmente: un grupo generacional se distingue del siguiente
y del anterior por sus afinidades.
Como la redundancia, a pesar de serlo, no suele estar de más,
nos detendremos, a fin de aclarar conceptos, en una de las frases
del siempre respetado Erwin Panofsky con el objeto de analizarla.
Después pasaremos a las conclusiones.
La aseveración que da comienzo a su Renacimiento y renacimientos
en el arte occidental dice así:
“La erudición moderna muestra un creciente escepticismo ante la
periodización, es decir, ante la división de la Historia en general, y
de cada uno de los procesos históricos en particular, en lo que el
Oxford Dictionary define como Porciones Distinguibles.”
Un estudio forzosamente breve del enunciado nos conduce a un
par de reflexiones. La primera sobre las causas: ¿Por qué esta tendencia
general de la erudición moderna? Desde nuestro punto de
vista, la respuesta es muy concreta: a causa de las grandes dosis
de subjetividad e individualismo que rigen el pensamiento intelectual
desde el Renacimiento y, especialmente, desde principios del
siglo XX (más adelante trataremos con amplitud este punto). El
hombre de hoy está de modo consciente en contra del determinismo,
cosa que implica automáticamente el rechazo de cualquier periodización
o “porción distinguible”, conceptos que no significan
más que lo siguiente: un grupo de personas que han realizado tareas
que parten de un estado espiritual común en un tiempo y en un
espacio concretos. Esta sencilla idea, tan evidente en otras épocas,
toma hoy día una especie de sabor antiindividualista que parece
muy sospechoso (¿por qué un grupo de gente que hace lo mismo?,
¿es que cada cuál no es libre de hacer lo que quiera, independientemente
de lo que hagan los demás?). De ahí esta tendencia
contraria a lo que ha venido siendo hasta ahora el principal recurso
de los historiadores, la periodización.
El ataque contra la periodización es, en el fondo, un ataque
contra la misma esencia de la historia, porque ¿sería posible, por
ejemplo, una historia sociológica si cada individuo actuara a cada
momento como le pareciera, obedeciendo los dictados de su caprichosa
voluntad e independientemente del obrar del resto? Creemos
que no. La historia se basa en la coincidencia, muy generalizada,
de una manera de pensar (filosofía), de una manera de comerciar
(economía), de una manera de satisfacer la “voluntad artística”
(arte), etc. La periodización posibilita la historia. Pero, entonces,
¿por qué el ataque? ¿Es cierto que los historiadores que periodizan
intentan, quizá a un nivel inconsciente, encontrar el orden de la historia?
Es evidente que sí. La periodización supone un ordenamiento,
y un ordenamiento, por lógica, debe manifestarse a través de unas
constantes regulares. Esas constantes regulares – podemos
llamarlas “leyes” - son las que han buscado todos los autores que
han intuido el orden de la historia. Quien llega a percibir estas
constantes – o quien cree percibirlas – se encuentra con la posibilidad
de poder entender el funcionamiento – ordenado – de la historia
(es manifiesta la incalculable importancia de tal posibilidad). Es
decir, que puede tomar conciencia de cuál es el destino colectivo,
de la articulación de los acontecimientos históricos. En otras palabras,
la periodización busca el ordenamiento, y dicho ordenamiento
no es posible fuera del determinismo.
Debemos reconocer una indudable coherencia en los historiadores
desperiodizadores: luchando contra la periodización combaten
la tendencia al determinismo y, por tanto, defienden la libre voluntad
del hombre para obrar como le parezca. Es decir que al menos
no hay contradicción alguna entre la lucha contra la periodización y
el individualismo subjetivo del hombre moderno, que hemos definido
como una característica sobresaliente.
La segunda reflexión es consecuencia lógica de la primera: un
historiador del futuro podría referirse perfectamente a nuestra época
con la frase siguiente: “Un período en el cual la erudición comenzó
a mostrar un gran escepticismo hacia la periodización.”. El
enunciado no es incorrecto, los historiadores modernos que simpatizan
con la desperiodización están actuando en un tiempo correcto
y participan de las mismas ideas, es decir, forman un movimiento
perfectamente periodizable, un capítulo en la historiografía. El hecho
de que el grupo desperiodizador sea susceptible de constituir
un período nos aclara la situación de absurdo en que se mueve.
De hecho, los historiadores desperiodizadores no son sino un
reflejo del espíritu de la época, como lo es también la desconfianza
de los astrólogos actuales hacia el determinismo – tema que trataremos
a continuación – y, sobre todo, la formulación de la concepción
indeterminista del Universo a cargo de los físicos Heisenberg y
Popper. El espíritu indeterminista ha impregnado, pues, todos los
campos, pero debe verse como una cuestión de moda. El gusto por
el determinismo puede volver a imponerse en cuanto el hombre
vuelva a apostar decididamente por la razón, prescindiendo, en
contrapartida, de cierta parte de su subjetividad (2).
Habíamos hablado de paradojas. Y es cierto. Pese a que desde
nuestro ángulo es manifiesta la voluntad determinista de todos los
historiadores, cuando alguno de ellos la ha enunciado claramente y
sin disimulos, las críticas han caído sobre él como el granizo. Los
(2)A pesar de que la oscilación entre el favor de los pensadores hacia el
determinismo o el indeterminismo puede llegar a ser tan larga en el
tiempo como la misma historia del hombre, cabe esbozar algunos comentarios
críticos a los argumentos de Popper:
A. Este autor basa su defensa del indeterminismo en, entre otras
cosas, la total imposibilidad de llegar a predecir la creación artística.
Ocurre que a) el determinismo científico ha nacido con una voluntad
puramente formal, no de análisis introspectivo. Querer enfrentar el
determinismo con la creación artística es sin duda una impostura. b)
El supercientífico capaz de tener toda la información necesaria para
la predicción de la creación artística no puede ser sino alguien que se
mueva en términos absolutos (¿Dios?). Es imposible, por definición,
contar con toda la información, pero no por ello debe anularse la idea
de la existencia del Universo determinado. Hay, pues, que buscar otros
cauces para rebatirlo.
B. El determinismo a ultranza de algunos principios físicos, en la
base de las leyes que – se supone – rigen la naturaleza (por ejemplo
el primer principio de la termodinámica: “La energía ni se crea ni se
destruye, sólo se transforma” o la ley de la entropía: “Todo sistema
tiende a aumentar su índice de entropía”) permite asentar la idea de
un Universo determinado. Popper refuta teóricamente la ley de causación,
que en el fondo es subsidiaria de las anteriores. La refutación
del primer principio de la termodinámica sería una prueba mucho
más concluyente a favor del indeterminismo. Después de todo, la ley
de causación nos introduce en un terreno muy espinoso por la complejidad
que supone valorar de forma adecuada el entrecruzamiento
de causas y sus efectos correspondientes.
casos de Spengler y Toynbee están en la mente de todos. En historia
del arte, el proceso ha sido similar. El método de Taine tuvo una
gran repercusión, pero sus discípulos ocultaron en lo posible el determinismo
que desprendían sus teorías. Ya hemos visto cómo
Semper se vio enérgicamente atacado por Riegl y Wölfflin. El determinismo
de Plejanov fue criticado por los marxistas posteriores. A
pesar de todo, no parece haber nadie que escape a la voluntad de
determinación. Es comprensible, dado el individualismo imperante,
que los defensores del determinismo queden en la cola de los índices
de aceptación. Pero que una teoría no guste no quiere decir
que sea falsa. A nuestro favor está el hecho de que el hombre suele
experimentar un cierto disgusto cuando se enfrenta con la realidad
(¿está determinado a ello?). Así ocurrió por ejemplo cuando
Galileo insistió en defender los argumentos póstumos de Cópernico
o cuando Miquel Servet descubrió la circulación menor de la sangre.
De modo general, reivindicamos el derecho a “acusar” de deterministas
a todas las teorías que defiendan la existencia de unas leyes
generales (es decir, a todas las teorías). Como teóricos, aceptamos
que nuestros argumentos sean rechazados (ése es el riesgo
de todos los autores que desvelan sus pensamientos al público). Ahora
bien, nos permitimos hacer al lector un llamamiento a la lógica:
si se nos rechaza por deterministas (acusación que no podemos
sino admitir), que se aplique el mismo filtro a todos los historiadores
del arte mencionados en esta introducción y a sus discípulos.
Lo único que pretendemos hacer es sistematizar desde un punto
de vista teórico lo que todos estos autores han defendido, ya sea
consciente o inconscientemente: el orden que sigue la historia del
arte y la historia en general.
Presentaremos, pues, la aplicación al arte de una teoría determinista.
¿Puede ser rechazable por tener este carácter? No creemos
que sea ésta una actitud correcta, teniendo en cuenta que vivimos
en una época de desprejuicios (¿estamos determinados a ello?)
y que el hecho de rechazar una teoría por su carácter opuesto
al sentir consciente del momento es, sin duda, un prejuicio. (Y recalcamos
la idea de “sentir consciente” puesto que a otros niveles
ya hemos visto que la tendencia determinista está muy generalizada.)
En todo caso, el método ha de ser juzgado por sus resultados
y no por sus premisas teóricas. El ejercicio alcanza importancia
trascendental de reconocerse la validez de la teoría. El hecho de
encontrar una clave del orden de la historia empequeñece la molestia
que representa un determinismo anacrónico y, posiblemente,
reaccionario.
Boris Cristoff es un astrólogo que desde 1967 ha venido dedicando
la casi totalidad de sus esfuerzos a probar la bondad de su
astrología precesional, que le ha permitido realizar una Tabla Periódica
de la Historia (TPH), es decir, un método gracias al cual es posible
distinguir cuál es el orden histórico citado. El presente trabajo
intenta aplicar al arte el método de Cristoff, por ello recomendamos
dos de los libros más importantes publicados por él sobre el tema:
Astrología precesional. 1968-1983: Un retorno del pasado y El destino
de la Humanidad, reseñados en la bibliografía. Con esta aplicación
se intentará probar tanto la validez como las posibilidades del
método.
Sabemos de los inconvenientes que presenta este ejercicio. El
primero es el énfasis en la datación, que se hace estrictamente necesario.
Este énfasis puede resultar un tanto anacrónico en un
tiempo de tendencias desperiodizadoras pero, como se verá, es imprescindible.
Quizá, no hay que descartarlo, ser anacrónico sea
hoy día lo más moderno, puesto que vivimos una espectacular corriente
revivalista, como lo prueba el hecho del mismo resurgir de la
astrología. Otro inconveniente es el esquematismo de la teoría, que
fuerza a encuadrar estilos y movimientos en compartimientos estancos.
Es fácil adivinar el recelo que ello provocará en los que se
interesen por este tema, puesto que el “encasillamiento” que se
practicará no es más que una consecuencia de lo ya discutido, el
determinismo, que se constituye en la característica esencial de la
astrología.
La contradicción entre el determinismo y la libre voluntad del
hombre recorre la historia del pensamiento desde tiempos inmemoriales.
El siglo XX, no obstante, nos sitúa en una posición nueva,
más contradictoria si cabe, que sienta precedente por la intensidad
con que se manifiesta. Vivimos en un momento en que el hombre
siente una inclinación cada vez más fuerte hacia todo lo oculto, hacia
lo interior y lo subjetivo. Esta tendencia ha propiciado el revival
universal y divulgativo de la astrología, ciencia grata a esta voluntad
de introspección. La contradicción es la siguiente: por un lado
está el determinismo como característica básica de la astrología;
por otro el hombre moderno, que, subjetivo e individualista, se siente
muy atraído por la astrología, pero no desea oír hablar de determinismo.
En consecuencia, quizá como única posibilidad de subsistencia,
los astrólogos se ven forzados a jugar un papel de medias
tintas que puede definirse en la aplicación del adagio latino, producto
de una época donde se vivía una problemática similar: “Los
astros inclinan, pero no obligan”. Es decir, la voluntad del hombre
siempre puede más. Es indudable que con un argumento como este,
todas las conciencias respiran tranquilas. Ahora bien, si fuera
cierto, el papel de la astrología quedaría formidablemente reducido,
reducido a una disciplina que establece posibilidades de carácter,
posibilidades de acontecimientos, siempre posibilidades que estarían
por debajo de los designios de la voluntad. Llevando esta idea al
extremo, podría darse el caso de que a los más voluntariosos la astrología
no les afectara en lo más mínimo, lo cual resulta absurdo.
Sin entrar en juicios de valor, interpretamos este hecho como una
de las claves que más nos pueden ayudar a comprender la característica
principal del hombre moderno: su individualismo prometeico.
Conclusión: la astrología moderna se ha encontrado con el dilema
de que, para sobrevivir sin problemas en el mundo moderno
que tanto parece necesitar de ella, tiene que prescindir de su elemento
esencial – y más polémico – el determinismo. De esta contradicción
ha surgido la astrología actual, amable y relativa, muy a
tono con lo que se lleva en nuestro siglo XX.
Antes de cambiar de apartado, dedicaremos unas líneas a aclarar
tres conceptos de interés, relacionados con todo lo que se ha
dicho hasta ahora:
1. El método que utilizaremos (la astrología precesional como
metodología para el estudio de la historia del arte) no es una
interpretación morfológica de la historia al estilo de las obras
de Spengler y Toynbee, puesto que las variables de “tiempo” y
“espacio” - épocas y sociedades – juegan, como se verá, el
papel fundamental, de manera que es imposible el paralelismo
absoluto entre dos momentos históricos (lo impide la variable
rectilínea del tiempo).
2. Partiendo de la premisa de que el hombre es el objetivo de la
historia – y, más ampliamente, el hombre en sociedad –, ¿qué
mejor que utilizar una disciplina – la astrología – que desde
siempre se ha dedicado al estudio del hombre y que tiene en
su mano la posibilidad de integrar cualquier factor susceptible
de intervenir en la trayectoria de la historia?
3. La astrología es una disciplina que parte de la ley hermética
de correspondencia, es decir, del principio que afirma que todo
está relacionado y que, por tanto, hay una continua interacción
y correspondencia entre todos los elementos del Universo.
Estudiando las leyes que rigen el macrocosmos se obtiene
el modelo de las que rigen el microcosmos. Cualquier autor
que base sus presupuestos en la comparación de manifestaciones
de dos disciplinas – por ejemplo, el establecimiento de
paralelismos entre fenómenos físicos y biológicos – estará trabajando
en una materia análoga a la astrología, y, en consecuencia,
será tan determinista como esta.
En cuanto a la validez de la astrología como ciencia, tema candente,
cabe apuntar unas cuantas cosas de interés. Los opositores
de esta disciplina tienen – concedámoslo – un amplio repertorio de
argumentos a su alcance. ¿Cómo es posible – preguntan – pretender
transformar en ciencia algo que empezó con carácter casi religioso?
¿Cómo otorgar credibilidad alguna a los “caracteres” de los
planetas que defienden los astrólogos cuando se sabe hoy día que
el origen de esta caracterología se basa en las relaciones entre el
“aspecto general” - luz, color, posición – del planeta y el dios de la
mitología caldea que más se parecía a ese “aspecto general”? (Por
ejemplo, el planeta Marte, rojizo y de irregulares movimientos, que
se convirtió en el dios de la guerra, enérgico y violento.) Consideraciones
como estas han motivado, a lo largo de nuestro siglo, el proceso
que debiera haber decidido de manera irreversible si hay o no
algo de verdad en los postulados de la vieja astrología. La estadística
ha sido el instrumento empleado para examinar la admisión o
destierro de la astrología del campo de la ciencia.
Existían, además, razones adicionales para poner en marcha
este proceso. Algunos científicos sentían bastante curiosidad respecto
a los descubrimientos realizados en torno a la influencia del
cosmos sobre la naturaleza y el hombre. Se había comprobado,
por ejemplo, la influencia de las fases de la Luna en el ritmo de crecimiento
de los vegetales y en el comportamiento de numerosas
especies animales, así como el aumento y disminución de la velocidad
de rotación terrestre según la intensidad de la actividad solar.
Y, en cuanto al ser humano, nuevas disciplinas científicas como la
biometeorología o la ritmobiología se habían encargado de
demostrar la influencia de factores cósmicos en fenómenos como
el nacimiento, el ciclo menstrual, el riego sanguíneo, el sistema nervioso
o el infarto de miocardio. (3) En lo referente a la influencia de
la Luna, el doctor Arnold L. Lieber afirma: “Consideremos por un
instante el organismo humano como un microcosmos, un pequeño
Universo. Está compuesto, esencialmente, de los mismos elementos
que la superficie terrestre (aproximadamente un 80% de agua y
un 20% de minerales orgánicos e inorgánicos). Se puede tomar como
hipotésis que las fuerzas gravitacionales de la Luna son capaces
de ejercer sobre el agua encerrada en el organismo humano una
influencia similar a la que ejerce sobre el macrocosmos terrestre.
Por el canal de la gravitación, la Luna provocaría en el organismo
humano cambios cíclicos sobre el medio líquido que baña todas
las células de nuestro cuerpo, de tal modo que se podría hablar de
verdaderas “mareas biológicas”...Estos cambios, estas “mareas
biológicas”, capaces de provocar variaciones normales de humor,
se traducirán, en el individuo predispuesto, en un verdadero desarreglo
del comportamiento”. (4)
Aceptadas, pues, por la ciencia las influencias del cosmos en el
hombre, valía la pena comprobar si esas influencias se daban a la
manera en que dice la astrología que se dan. Así, ha habido varias
comprobaciones estadísticas desde principios de siglo, pero ninguna
tan amplia como la realizada por Michel Gauquelin, que puso
manos a la obra en 1955. Tras una labor abrumadora – alrededor
de 60.000 fechas de nacimiento con la hora exacta y la profesión
del individuo – descubrió el efecto, a la manera astrológica, de la
Luna, Marte, Júpiter y Saturno. No pudo demostrar el de los planetas
lejanos – Urano, Neptuno y Plutón –, ni el de los más pequeños
– Mercurio y Venus –, ni tampoco el del Sol; en este último caso
expresó su sorpresa al respecto, puesto que el papel físico del astro
rey es de una importancia innegable en el hombre. No obstante,
Barbault ofrece su versión sobre esta falta de influencia en Tratado
(3) Véase el capítulo IX de Los relojes cósmicos de Michel Gauquelin.
(4) Gauquelin, Michel, La cosmopsicología, pp. 16 y 17.
práctico de astrología, (5) al considerar el Sol un motor que se adapta
a las tendencias impuestas por el resto de planetas. Las conclusiones
de Gauquelin a este respecto se pueden inferir del siguiente
párrafo: “Todo sucede como si para algunos oficios o profesiones,
la presencia natal de un planeta que acaba de pasar por el horizonte
o por el meridiano “provocase” el éxito. De 3.647 sabios, por
ejemplo, 704 en vez de 598 han nacido después de la salida o la
culminación de Saturno. No existe más que una probabilidad sobre
300.000 de que sea el azar sea la causa de tal exceso de nacimientos.
En 2.088 campeones deportivos, Marte domina con una
claridad sorprendente. Se le halla 452 veces en lugar de 358
saliendo o culminando, lo que no deja al azar más que una posibilidad
sobre cinco millones. En 3.438 hombres de guerra conocidos,
Júpiter se halla en las regiones que siguen a la salida o a la culminación:
703 veces en lugar de 572. Probabilidad de que se deba al
azar: menos de una sobre un millón, etc.” (6) Este mismo autor
comprobó también el efecto planetario de herencia o herencia astral
según el cual los hijos muestran una acusada tendencia a venir
al mundo en los mismos estados cósmicos que precedieron el nacimiento
de sus padres. Hoy día los trabajos de Gauquelin son un lugar
común tanto para los opositores como para los defensores de
la astrología. Es preciso señalar que este autor partió de una postura
de absoluto escepticismo hacia esta disciplina, pero a lo largo de
los años la ha ido suavizando hasta llegar a definir el horóscopo como
“un conjunto de bella complejidad”. (7) Por si fuera poco, en los
últimos años se ha dedicado a enunciar los principios de una nueva
materia, la cosmopsicología, que es una especie de astrología pero
con menos elementos, sólo con aquellos cuya influencia ha podido
probar científicamente, es decir, la Luna, Marte, Júpiter y Saturno.
Veremos si en el futuro se amplía este espectro.
Pero, después de todo, el trabajo de Gauquelin no es suficiente
para conferir el estatus científico a esta disciplina. Hoy día, ese estatus
sólo es aplicable a las materias susceptibles de adoptar la
(5) Véase el capítulo II de la Primera Parte del Tratado práctico de
astrología de André Barbault.
(6) Gauquelin, Michel, op. cit., p. 48
(7) Ibíd., p. 37
metodología científica, es decir, aquellas que permitan el trabajo de
campo con la recogida de datos, el pronóstico experimental a partir
del análisis de estos datos y un tercer análisis estadístico de los resultados
del anterior pronóstico experimental. Gauquelin ha realizado
un extraordinario trabajo de campo en sus estudios, pero no ha
profundizado en el pronóstico experimental. André Barbault sí lo ha
hecho – véase El pronóstico experimental en astrología – y también
Boris Cristoff – véase El destino de la Humanidad –. Ambos no han
podido llegar a fondo a la tercera parte del proceso – el análisis
pormenorizado de sus predicciones – ya que éstas sobrepasan, en
la mayoría de los casos, el año 1990. Pero es, de cualquier forma,
una tarea que puede hacerse sin mayores dificultades. Así pues,
concluyendo, la astrología sí es, en rigor, una ciencia, porque permite
la aplicación de la metodología científica. No debe confundirnos
el profundo encono que enfrenta a científicos y astrólogos desde
el siglo XVII, ya que es debido por un lado a la cerrazón – muy
poco científica, por cierto – de los primeros ante la disciplina de los
astros y a la despreocupación por la ciencia, por la innovación, a
causa del excesivo conservadurismo y espiritualidad de los segundos
en los temas concernientes a su propia materia. Creemos, no
obstante, que hoy día algunos francotiradores interdisciplinares están
sentando las bases de la futura reconciliación entre ciencia y
astrología. Al fin y al cabo, este enfrentamiento secular se ha debido
simplemente a un malentendido.”
(de la página 9 a la página 26 del libro impreso)
“Los doce signos del zodíaco (según Barbault y Adler)
Para adentrarse en la comprobación del funcionamiento de la
astrología precesional mediante su aplicación al arte es imprescindible
conocer las características de los doce signos del zodíaco.
Los tres únicos astrólogos que aparecerán citados en este ejercicio
serán Boris Cristoff, André Barbault y Oskar Adler. Comoquiera que
más adelante se hablará de Cristoff, vale la pena presentar a los
dos astrólogos restantes, de cuyos trabajos nos hemos servido para
confeccionar este apartado introductorio. André Barbault es, según
apreciación de Cristoff, “el Pope europeo de la astrología”. En
efecto, es uno de los tratadistas más respetados – quizá el que
más – de esta controvertida disciplina, en la que, probablemente
más que en ninguna otra, es esencial distinguir entre profesionales
serios y aficionados espurios. En cuanto a Oskar Adler, no cabe sino
reconocer que ha sido uno de los artífices del renacer de la astrología
en el siglo XX. Su obra, recogida en las transcripciones de
unas conferencias pronunciadas a finales de los años treinta, de una
gran profundidad filosófica, todavía en la década de los ochenta
conserva el carácter vanguardista. A lo largo del ejercicio volveremos
a citar a estos autores, preocupados, como Cristoff, por la precesión
de los equinoccios y la astrología histórica.
Veamos ahora los doce arquetipos del zodíaco.
1) Los elementos
Cuatro son los principios elementales del mundo: la tierra, el
agua, el aire y el fuego. La tierra y el agua son complementarios
(la tierra da forma al agua); el aire y el fuego también lo
son (el aire aviva el fuego). El agua y el fuego son los principios
opuestos (el agua apaga el fuego y el fuego hace hervir el
agua, transformándola de estado). A cada elemento corresponden
tres signos:
Agua: Cáncer, Escorpión y Piscis ] Complementarios (orienta-
Tierra: Tauro, Virgo y Capricornio ] dos hacia el pasado)
Fuego: Aries, Leo y Sagitario] Complementarios (orientados
Aire: Géminis, Libra y Acuario] hacia el futuro)
AGUA
Estado líquido de plasticidad, receptividad y pasividad, que se
mueve según las impresiones recibidas. Mezcla, disuelve, interioriza.
Continua movilidad. Instinto conservador que da importancia a
la memoria, los recuerdos, las costumbres. Abandono a la vida interior,
a la inconsciencia, la fantasía, la imaginación, el sueño. El
hombre de agua es un ser de la irrealidad, un romántico de la vida
que huye de toda “terminación” para no despertar de su mundo onírico,
psíquico, y que vive a la vez del sentimiento de nostalgia de lo
inalcanzable.
TIERRA
Estado de concentración, condensación. Cuerpo autónomo, resistente,
delimitable, aislado y cerrado. Naturaleza refinada, delicada
y selectiva. Vida interior según los recursos de la inteligencia o
bien de la renuncia y la privación. El hombre de tierra es el de la realidad
y la acción, el que lo supedita todo a lo científico, el tendente
al clasicismo en lo referente al arte.
El agua y la tierra, complementarios, son los principios femeninos.
FUEGO
Exaltación, intensificación, sobreexcitación, aceleración. Acción
dominadora, poder conquistador. Lucha, progreso, afirmación personal.
Pasión tumultuosa o voluntad disciplinada. Brillantez, superioridad,
grandeza de una realización moral o elevación espiritual.
El hombre de fuego es básicamente volitivo, impulsado hacia delante
por una fuerza interior, dirigido por imperativos a los que obedece
o contra los que se rebela. Es el idealista.
AIRE
Móvil, difuso, envolvente, es el agente de la unión. Perpetuo estado
de opinión. Dispuesto a los contactos, desplazamientos, mezclas
e influencias. Vida de intercambios, de contactos con el medio,
con el que se asimila espontáneamente. El hombre de aire es mental,
irreal también en su vertiente de artista, investigador o eremita.
Es un teórico de la vida, el autor de la frase “la belleza es verdad, la
verdad es belleza”.
El fuego y el aire, complementarios, son los principios masculinos.
2) La naturaleza
Dentro de cada elemento, el primer signo es el llamado cardinal
(dinamismo que abre una nueva fase), el segundo es el fijo (dilatación
y concreción de las promesas del signo anterior) y el tercero
es dual o mutable (anuncia un declive y prepara una mutación). La
relación entre la división por elementos y por naturaleza, queda,
pues, de esta forma:
CARDINAL FIJO MUTABLE
FUEGO Aries Leo Sagitario
TIERRA Capricornio Tauro Virgo
AIRE Libra Acuario Géminis
AGUA Cáncer Escorpión Piscis
3) Los signos
ARIES: Modalidad activa, masculina o cardinal de fuego. Fuego original
de la entrada de la primavera. Aparición de los rebrotes en la
tierra. Ritmo de salto adelante, de aceleración, comienzo, principio,
renovación. Descarga fulgurante. Impulso anárquico, liberador de
fuerzas nuevas.
Regido por Marte. Representa la lucha por la vida, la agresividad
del guerrero; como el “aries” o “ariete”, quiere atravesar la pared
con la cabeza. Es temerario, el héroe, el conquistador. Es el signo
más masculino, el hipermacho.
Psicológicamente es primario. Reacciones fuertes, inmediatas y
breves. Antidiplomático, impulsivo, espontáneo, tozudo, apasionado,
seguidor de la política del “todo o nada”. Ordinariamente tiende
a la extroversión; simple, franco, directo, puro.
Predisposición a la aventura, los accidentes, las luchas, las rivalidades,
las pasiones devoradoras. Guía, innovador, precursor.
TAURO: Signo fijo femenino de tierra. Condensación del impulso
de Aries, materialización de fuerzas creativas que se concretan en
abundancia de formas. A imagen del bóvido, su ritmo es lento y estable.
Es el más femenino, como la vaca, animal hiperhembra.
Regido por Venus. Paz, alegría de vivir, secundariedad. Perseverancia
y conservadurismo. Pensamiento lento, caviloso. Constancia,
paciencia, obstinación. Tendencia a la relación de dependencia,
a seguir la tradición, a la fidelidad. Es el cuidador, el guardián y
el paciente (por su tolerancia).
Dionisíaco de sensualidad desbordante. Oscila entre dos polos,
la dominante fría (pasividad vegetativa, tranquilidad, monotonía) y
la dominante caliente (temperamento sanguíneo, hiperemotivo y
activo, inclinado a las pasiones fuertes). La oposición puede
coexistir. Tendencia constructora y estabilizadora, dispuesto a volcarse
en el trabajo, en un esfuerzo constructivo o en la vida placentera.
GÉMINIS: Los mellizos, signo mutable o dual de aire. Es la conquista
aérea de la vegetación, a través de las ramas y hojas. Todo
son dualidades en este signo de aire bipolar: dos brazos, dos pulmones.
Movimientos rápidos y ritmos rápidos. Nervioso, ligero,
cambiante, marcado por la “duda” como aspiración a seguir dos posibilidades
contrarias entre sí. Ser mental, adaptable, inestable, camaleónico.
Regido por Mercurio, el planeta más veloz.
Hay dos tipos posibles de Géminis: a) tipo Cástor: nervioso, inestable,
a la búsqueda de nuevas emociones, cambiante, caprichoso,
vagabundo afectivo; b) tipo Pólux: sanguíneo, espíritu sin alma,
básicamente mental, curioso, hábil, práctico, oportunista.
Pueden coexistir los dos caracteres pero suele dominar uno de los
dos.
Posibilidad de tocar muchas cuerdas. Predisposición a seguir un
itinerario errabundo. Éxito en el mundo de las relaciones y comunicaciones:
escribir, hablar, adaptar, transmitir, interpretar, traducir.
CÁNCER: Signo cardinal de agua. En la naturaleza representa la
primera fase del verano que se corresponde con la formación de
las semillas: triunfo de las fuerzas generadoras maternales. Gestación,
maternidad. Como el cangrejo, camina hacia atrás, símbolo
de un retorno, de un reflujo hacia el pasado. Esencia lunar (la Luna
es el planeta regente).
Carencia de defensa temporal, cuerpo psíquico indefenso. Sentimiento
de desamparo. Impresión de permanecer en la infancia.
Importancia de los recuerdos, la madre. Soñador, sentimental, sensible.
Introvertido, narciso, contemplativo y lírico. Desea lo maravilloso,
fantástico, mágico. Fuga hacia el mundo de la fantasía, que
le compensa de los sinsabores de la vida.
Puede ser: a) sentimental-paranervioso: emotividad inhibida, indecisión,
melancolía, misantropía, interés por el pasado y la historia;
b) nervioso-parasentimental: contradicción, inclinado al cambio
y renovación de sensaciones. En cuanto al destino, o bien es sedentario,
estable y familiar, o bien inestable, sobreexcitado, caprichoso,
bohemio y complicado.
LEO: Signo fijo de fuego. Simboliza en la naturaleza la culminación
vegetal, la plenitud de la fruta, toda la magnificencia bajo el sol más
intenso del año. Afirmación de la voluntad, de la individualidad, del
“Yo”. Signo solar – regido por el Sol –, participa como “rey de los animales”
de la naturaleza del astro central. Vitalidad extraordinariamente
fuerte, optimista, elemental. Independencia interior respecto
del mundo circundante. El hombre de Leo no necesita del medio
ambiente pero lo ama. Orgullo, sentimiento del propio valer. Susceptible
de desarrollar un superego tiránico, responsable de las peores
crisis internas.
Bilioso, apasionado, con necesidad de prestigio. Magnánimo, altivo,
recto. Ambición al servicio de un ideal que se convierte en objeto
de la vida. Extraño a los problemas psíquicos.
Puede ser: a) hercúleo: fuerte, viril, combativo, inclinado a la
grandeza de lo material; b) apolíneo: idealista, hombre de acción,
héroe del honor, artista. Perfección y grandeza espiritual.
Vida lujosa, fastuosa, dotado para empresas elevadas, poder,
política de prestigio, conquistas que satisfagan ambiciones importantes.
VIRGO: Signo dual o mutable de tierra. Simboliza en la Naturaleza
la cosecha. Recolección y selección del fruto. Es la aparición de la
razón lógica. Regido por Mercurio, aquí en la vertiente razonadora.
Intelectualización, represión de la vida sensible en beneficio de la
sumisión a las reglas. Precaución, previsión, discriminación. Aversión
ante lo superfluo, impuro y confuso.
Temperamento nervioso. Refinado y selectivo. Rechazo del instinto;
reflexión antes de la acción. Perfeccionismo, deseo de cultura
y perfección moral. Razonador, realista, introvertido, tímido, sobrio.
Espíritu dirigido hacia las cosas difíciles. Sistematizador.
Normalmente es inhibido, pero la relación puede invertirse dando
los valores de Escorpión: naturaleza instintiva, indisciplinada, rebelde,
desordenada, agresiva. A veces, aparece el tipo ambivalente,
racional e irracional, ahorrador y despilfarrador, puntual e inexacto,
escéptico y supersticioso, crítico y creador. Pocos fracasos,
pero, con frecuencia, resultados mediocres.
LIBRA: Signo cardinal de aire. Equilibrio de días y noches en la Naturaleza.
Prefiguración de una era de reposo, relajación, paz. Su
símbolo – los dos platillos de la balanza – significa bien equilibrio
entre dos alternativas, bien asociación de complementarios, o bien
oposición de contrarios. Signo de la medida, de los semitonos, de
los matices. Regido por Venus, ordenadora celestial del amor y la
belleza, inspiradora de las artes.
Captación del concepto, naturaleza reflexiva, mental. Obsesión
de decidir como fuente de todos los males. Irresolución por penetrar
en el mundo de la realidad. Fuga ante cualquier perturbación
del estado de equilibrio, fuga ante la lucha. Tendencia a la reconciliación,
a limar asperezas, al pacifismo y la ecuanimidad. Disposición
más afeminada que viril en detrimento de la voluntad de poder y
en beneficio del refinamiento estético o espiritual.
Puede ser: a) sentimental extrovertido: expansivo, afectivo, comunicativo;
b) sentimental introvertido: reservado, estable y calmado,
sensibilidad dolorida por las pasiones. Sentido asociacionista y
cooperativo.
ESCORPIO: Signo fijo de agua. En la Naturaleza es el momento de
la transformación, caída de las hojas, muerte. Regido por Marte y
Plutón, símbolo de profundidad y tinieblas. Insaciable absorción de
energía psíquica sin empleo en el mundo exterior, lo que conduce a
una especie de ansia de vivir, de querer ser más, de agresividad y
erotismo, de instinto sexual que necesita ser sublimado.
Temperamento bilioso. Fuerza muy intensa de deseo (“fuerza
vomitiva mágica”), tendencia a establecer relaciones de dependencia
sexual, gracias a la magia natural sexual. Don de la fascinación,
de atar al prójimo. Suele dominar la impulsión ante la inhibición, pero
a veces la relación se invierte y aparece el Escorpión tipo Virgo.
Puede ser: a) complejo anal relajado: individualista, rebelde, indisciplinado,
irritable, vengativo, gran poder de creación; b) complejo
anal reprimido: contenido, disciplinado, sobrio, ordenado, más
crítico que creador, más neurótico que pervertido; c) ambivalente:
aspectos de las dos naturalezas anteriores.
Vida como lucha perpetua. Ambición ilimitada y voluntad de poder.
SAGITARIO: Signo dual o mutable de fuego. Fuerza de voluntad
tendente al infinito, continuamente expansiva. Reino de la unificación,
de la reunión, de la fusión, de la síntesis. Regido por Júpiter,
principio de cohesión, de coordinación, de globalización.
Búsqueda de “un más allá del yo”. Conocimiento como proveniente
de mundos superiores. Intuición religiosa. Puede ser: a) tema
armónico: conformismo, legalidad, orden, caballerosidad, amante
de la honorabilidad; b) tema disonante: independencia, extravagancia,
rebelión, insurrección. a) Extrovertido: aventurero, atleta, deportista,
nómada, apasionado de los viajes, explorador del “más allá”.
b) Introvertido: aventura hacia el encuentro consigo mismo,
buscando el más allá en el interior. Impulso hacia el conocimiento,
religión o sabiduría al final del viaje interior.
Perpetuos viajes o vida interior intensa, a causa de la fe en el ideal
de una futura etapa evolutiva
CAPRICORNIO: Signo cardinal de tierra. En la Naturaleza es la
desnudez, el silencio, la concentración del invierno en su severa
grandeza. Semilla enterrada bajo tierra, principio de una lenta maduración
sin espectacularidad. Es el signo de Saturno, tendente a
la desmaterialización y a lo impersonal. Lo primordial es la realización
de un propósito, superando todo obstáculo, tenaz e incansablemente.
Voluntad férrea, obstinación.
Frío, concentrado, excluye cualquier exteriorización. Introversión
e inemotividad. Es el apasionado frío. Pesimismo, soledad, melancolía
y secundariedad. Astucia de diplomático.
Puede ser: a) ambicioso: voluntad de poder y necesidad de dominio,
éxito por la silenciosa y paciente obstinación, frialdad, carácter
indomable y duro; b) desafectado: ambición inhibida, humildad
exagerada, sed de elevación espiritual, ascesis, contemplación,
meditación, vida impersonal entregada a una obra.
Ascenso lento pero seguro hasta lugares de responsabilidad,
donde se sabe hacer indispensable. Con frecuencia vida austera,
solitaria o retirada.
ACUARIO: Signo fijo de aire. Asimilación de la semilla nuevamente
sembrada. Reúne las fuerzas del conocimiento creador y las eleva
a la máxima potencia. Finalidad de fraternidad universal. Ser de la
utopía, hombre mental regido por Saturno y Urano.
Naturaleza aérea, volátil, transparente, espiritual. Serenidad, armonía
de carácter, facilidad de vivir, aspiración idealista. Es el
hombre de la acogida, del consejo, de la ayuda. Sentido de la amistad
muy pronunciado, y de libertad. Liberador de las ataduras de la
tradición, de lo heredado y transmitido. El afán de liberación conduce
a querer ser el único dueño de si mismo y a la excentricidad.
Puede ser: a) sabio (dominante saturniana): nivel de elevación
que responde a la necesidad de libertad, liberación del instinto para
vivir en una esfera suprasensible; b) aventurero (dominante uraniana):
sueño sobrehumano, aventura prometeica, sed de desmedida,
inadaptado, excéntrico, original y rebelde, rompedor de rutinas
y prejuicios, anticonvencional y vanguardista, revolucionario.
Existencia inestable y pintoresca. Vida al servicio de una verdad.
PISCIS: Signo dual o mutable de agua. Simboliza el estado de transición
entre el invierno que termina y la primavera que se prepara,
mundo de lo impreciso donde todo permanece en lo informe, sin
fronteras bien trazadas. Signo de lo ilimitado, de lo impreciso, de lo
inclasificable. Regido por Júpiter y Neptuno.
Es el más desvalido de los signos de agua. Vulnerable,
impresionable, receptivo, emotivo. Profundo envolvimiento en la vida
psíquica. Voluntad de dilatación en conflicto con la realidad de
estar encarcelado en un cuerpo humano que le es dado como propio.
Cuerpo como prisión perpetua. Indeciso, inestable, confuso,
quimérico. Místico y humanista, deseo de fuga al más allá. Olvido
desinteresado de sí. Sacrificio redentor. Es el médium del zodíaco.
Mimético.
Puede ser: a) dilatado en extremo: sed de evasión, abandono al
infinito, cosmopolita, internacionalista, místico, siente necesidad de
confundirse con el Universo; b) encogido en extremo: prisionero en
su celda, exilio interior.
Existencia inestable y caótica que debe protegerse de sueños
quiméricos. Realización moral y espiritual. Conocimiento de la
alegría a través del olvido de sí mismo. (8)
4) Analogías de los signos
Aries: chispa Leo: llama Sagitario: brasas
Libra: socios Acuario: amigos Géminis: camaradas
Cáncer: río Escorpión: lago Piscis: mar
Capricornio: semilla Tauro: labranza Virgo: cosecha
(8) Un excelente complemento del estudio sobre la caracterología de
cada signo puede encontrarse en el libro Magia e astrologia nel
cenacolo di Leonardo de Franco Berdini (Edizioni d'Italia, Roma,
1982), uno de los escasísimos ensayos sobre arte y astrología. El
autor analiza La última Cena de Leonardo da Vinci bajo el prisma esotérico
y astrológico, mostrando entre otras cosas la relación
fisonómica y psicológica de los 12 apóstoles con los 12 signos del
zodíaco.”
(de la página 27 a la página 36 del libro impreso)
“Al lector
Este ejercicio fue originariamente concebido en forma de tesis
de licenciatura, es decir, como trabajo de fin de carrera (en
concreto, del departamento de Historia del Arte). El hecho mismo
de que un organismo oficial – la Universidad de Barcelona –
aceptara en su seno un estudio de astrología es indicativo de hasta
qué punto está desapareciendo el prejuicio de la oficialidad hacia
esta disciplina. Bien es verdad que hubo algunas reticencias, pero
es ya una realidad que la astrología no escandaliza a los círculos
universitarios y que en el futuro habrá de continuar contándose con
ella. Se sigue así la línea de recuperación e integración de la actual
subera (división dodecadecimal de la Era con una duración de 175 años,
también llamada Época) de Piscis (1925-2100), apuntada en capítulos
anteriores, que afecta en dos sentidos: 1) resurgimiento de una
disciplina propia de tiempos pretéritos; y 2) integración de ésta en
los círculos oficiales. La recuperación de la astrología es uno de los
revivals más espectaculares de los últimos tiempos.
Una de las críticas más interesantes de que fue objeto este
ejercicio nos sitúa rápidamente en la actual atmósfera pisciana: fue
“acusado” de permitir que todo coincidiera ajustadamente, de que
no hubiera elementos de conflicto destacables que pusieran en
entredicho la validez de la teoría. La ausencia de problemas
intranquilizó a los primeros críticos de este estudio (el mismo
fenómeno se había producido 14 años antes – en 1969 – cuando
Boris Cristoff lanzó al mundo la teoría). Puede decirse que, con
toda seguridad, hubiera tenido más posibilidades de aceptación
una teoría menos comprometedora, más inacabada, no tan
conclusiva. Recalcamos los dos últimos adjetivos porque si algo
asusta al hombre pisciano es su definitivo pronunciamiento sobre
algo, el establecimiento de cualquier terminación. El hombre de
agua en general y el de Piscis (los otros dos signos o arquetipos
zodiacales de Agua son Cáncer y Escorpio) en particular es un
romántico que vive inmerso en su particular mundo irreal.
Siguiendo a Oscar Adler podemos decir que cualquier terminación
– cualquier conclusión – no le parece en absoluto deseable porque
significaría el despertar de su vida onírica. Por ello rehuye el
análisis conclusivo, por ello le resulta tan agradable el final abierto,
la subjetividad. Concluir algo significa despertar, y nada hay más
rechazable que esto para el hombre pisciano.
¿Cuál ha sido el objetivo de este ejercicio? Informar sobre el
funcionamiento de la TPH (Tabla Periódica de la Historia, plasmación
gráfica de la Ley Periódica de la Historia) de Cristoff mediante su
aplicación al arte. Es decir, demostrar a partir de la historia del arte
la validez de una teoría que presenta el orden de la historia.
Dejemos de lado por un momento el que la teoría sea cierta o falsa.
Lo que se intenta probar es muy ambicioso, eso a nadie se le
escapa, pero ¿por qué esta actitud? Examinémoslo brevemente. El
intento de Cristoff, que nosotros apoyamos, cae de lleno en lo que
se ha definido como propio de “tiempos viejos”, (“tiempos viejos” =
períodos o ciclos históricos representados por los signos Sagitario,
Capricornio, Acuario y Piscis) porque se basa en querer “tomar
conciencia” del mecanismo de la historia. Este deseo de toma de
conciencia no es aislado, puesto que gran número de astrólogos
están trabajando en el tema de la precesión de los equinoccios (el
movimiento de más larga duración del planeta), que, sí para algo
sirve – ya descalificado el mito de la era de Acuario (se entiende
como la siguiente Era astrológica, después de la de Piscis) –, es para
tomar conciencia del mencionado funcionamiento del devenir
histórico.
Tomar conciencia de algo, disposición opuesta a la
espontaneidad y energía de los “tiempos nuevos” (“tiempos nuevos”
= períodos o ciclos históricos representados por los signos Aries, Tauro,
Géminis y Cáncer), es, efectivamente, un síntoma de final, de la
misma manera que se halla muy próximo el despertar cuando nos
damos cuenta de que estamos soñando. Considerando que esta
actitud se manifiesta en todos los campos – y sobre todo en arte,
actividad especialmente sensible al estado espiritual de los tiempos
–, creemos que es lógico afirmar que hoy día estamos viviendo una
etapa de “tiempos viejos”. Ello no es más que otro punto a favor de
la TPH, según la cual podemos localizarnos en el último
subperíodo (subperíodo = palabra sinónima de subera, para no reiterarse)
de la era de Piscis. El “hombre máximo” del que habla
Swedenborg, que representa a la Humanidad en conjunto, está
actualmente en una etapa muy adulta, calificable incluso de senil si
no fuera porque este adjetivo contiene ciertos aspectos peyorativos
en cuanto a fortaleza mental. El hombre de nuestro tiempo, aunque
sumido en un cúmulo de reflexiones respecto al pasado, tiene la
mente más lúcida que nunca. Prueba de ello es ese tomar
conciencia de todo y darse cuenta además de esa toma de
conciencia.
No piense el lector que nos anima ningún afán de exclusivismo.
Como Ibn Arabí, creemos que lo Absoluto no puede estar
encerrado en una sola doctrina. La metodología precesional es sólo
una más entre las susceptibles de ser aplicadas al adecuado
estudio de la historia. Lo único que pretendemos desde estas
páginas es presentarla y, naturalmente, defender su validez.
La aceptación de la teoría presentada alcanza carácter de
trascendencia. Supone coincidir en el hecho de la existencia de un
orden en la historia que puede ser previsto. Supone, pues, aceptar
el determinismo. Las posibilidades de cooperación de la TPH en
beneficio de la historia total son en potencia altísimas, ya que la
metodología precesional puede aplicarse a cualquier disciplina
susceptible de ser historiada (filosofía, economía, etc.). Presupone,
en última instancia, una más que posible tarea pedagógica: todo
conduce a pensar que a medida que pasen los años irá creciendo
el interés por la astrología y las ciencias ocultas en general; un
buen conocedor de los arquetipos astrológicos podría servirse de la
TPH para adentrarse en la historia del arte, y viceversa (y quien
dice arte dice historia en general).
Por nuestra parte sólo nos queda sugerir al lector que, si lo
desea, tras el tiempo que considere necesario, se pronuncie
interiormente a favor o en contra de esta teoría. Ya que estamos –
se supone – en la microera (microera = período referido a la también
existente división dodecadecimal de la subera, con una duración de 14
años y 7 meses = 175 meses) de Leo (1983-1997), contagiémonos un
poco de la radicalidad del espíritu de los tiempos y, como suele
hacer el hombre de Leo, tomemos partido. Lo único que podemos
aducir en nuestra defensa es que la verdadera hazaña por nuestra
parte hubiera sido conseguir, sin que el ejercicio estuviera
fundamentado en bases reales, que funcionara todo el esquema.”
(páginas 363, 364, 365 y 366 del libro impreso)
* Notas entre parentésis, en color magenta y en tipografía “Times New
Roman” no pertenecen al texto original del autor.
Bibliografía (libros impresos) consultada sobre astrología:
“ADLER, Oscar, La astrología como ciencia oculta, Kier, Buenos
Aires, 1981.
ARROYO, Stephen, Astrología, Psicología y los cuatro elementos,
Kier, Buenos Aires, 1982.
BAILEY, Alice A., Los trabajos de Hércules. Una interpretación
asttrológica, Luis Cárcamo, Madrid, 1983.
BARBAULT, André, Del psicoanálisis a la astrología, Dédalo,
Buenos Aires, 1975.
-, Tratado práctico de astrología, Visión Libros, Barcelona, 1980.
-, Astrología mundial, Visión Libros, Barcelona, 1981.
-, El pronóstico experimental en astrología, Visión Libros,
Barcelona, 1981.
-, Predecir por la astrología, Signos, Barcelona, 1984.
CRISTOFF, Boris, Astrología Precesional. 1969-1983: Un retorno
del pasado, Kier, Buenos Aires, 1969.
-, Astrología precesional, Kier, Buenos Aires, 1980.
-, El destino de la Humanidad, Martínez Roca, Barcelona, 1981.
GAUQUELIN, Michel, Los relojes cósmicos, Plaza-Janés,
Barcelona, 1976.
-, La cosmopsicología, Mensajero, Bilbao, 1978.
LIEBER, Arnold L., El influjo de la luna, Edaf, Madrid, 1980.
SANTOS SANTOS, Demetrio, Investigaciones sobre astrología, 2
vols., Editora Nacional, Madrid, 1978.
WEISS, Adolfo, Astrología racional, Kier, Buenos Aires, 1982.”
(página 367 del libro impreso).
“Índice
INTRODUCCIÓN.............................................................................9
Los doce signos del Zodíaco (según Barbault y Adler)..................27
La astrología precesional de Boris Cristoff.....................................37
EL FINAL DE LA ANTIGÜEDAD....................................................53
LA ERA DE PISCIS........................................................................67
El principio de la era de Piscis y la disolución del mundo antiguo.
La primera Trinidad: suberas de Aries, Tauro y Géminis (0-525)...74
La segunda Trinidad: suberas de Cáncer, Leo y Virgo (525-1050)88
La subera de Cáncer (525-700)......................................................88
La subera de Leo (700-875)...........................................................99
La subera de Virgo (875-1050).....................................................104
La tercera Trinidad: suberas de Libra, Escorpio y Sagitario
(1050-1575)..................................................................................109
La subera de Libra (1050-1225)...................................................109
La mística de la alquimia..............................................................111
La mística de la luz.......................................................................113
La mística de la geometría............................................................117
La subera de Escorpio (1225-1400).............................................125
Cataluña........................................................................................130
La subera de Sagitario (1400-1575).............................................135
La cuarta Trinidad: suberas de Capricornio, Acuario y Piscis
(1575-2100)..................................................................................150
La subera de Capricornio (1575-1750).........................................150
La subera de Acuario (1750-1925)...............................................160
Sociabilidad...................................................................................164
Prometeísmo. Heroísmo. El hombre en libertad...........................167
Lucha contra las normas. Rebelión. Destrucción.........................170
Voluntad de originalidad. Irracionalismo.......................................174
Piscianismo de la subera de Acuario............................................175
Rusia. Cataluña............................................................................178
Microeras......................................................................................206
El cine...........................................................................................217
Perspectivas de futuro..................................................................224
ANÁLISIS PRECESIONAL...........................................................229
El módulo cristoffiano de 2100 años............................................231
La Victoria de Samotracia y el Futurismo.....................................231
El Partenón y una obra de Borromini, Sant Ivo della Sapienza....241
La microera de Cáncer (1968-1983).............................................246
El muro (The Wall) de Pink Floyd.................................................248
El cine en la microera de Cáncer (a propósito de un texto de Bruno
Torri sobre cine revivalista)...........................................................257
Un artista postmoderno: Christian Boltanski.................................304
Nuevas técnicas artísticas............................................................312
El arte del vídeo............................................................................315
El arte de la computadora (Computer art)....................................320
El arte del láser (laserium y holografía)........................................326
A propósito de... ...........................................................................333
Una definición de arte...................................................................333
Algunas rehabilitaciones recientes: Bouguereau y Balthus..........338
La ciudad del presente, Nueva York, y la del pasado, Venecia.
Algunos apuntes sobre Madrid y Barcelona.................................340
La novela histórica........................................................................354
Un ligero optimismo......................................................................359
Al lector.........................................................................................363
Bibliografía sobre astrología........................................................367”
(páginas 369, 370 y 371 del libro impreso)

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